jueves, 18 de febrero de 2010

Desinfecciones

Jorge Reboredo


He dejado muy pronto a los bujes domesticados de los alucinados
y quizá comience un episodio aquí muy cerca,
con las hojas de topacio en tu sonrisa eternizada
en el papel de calcar,
y un amigo de San Fernando y zarzamora,
que ha encontrado el cráneo infantil de mi tristeza.

Y el oro; cuerpo dúctil y amarillo, avaro fértil,
todavía se impone a nuestro estéril pan salado,
y nos hundimos como el pez púrpura,
oímos la siesta que pasa lamentable
y gritos de viejos en desolados hospitales
que se aquietan en sus camas frígidas
en momentos de calambres y puntadas culminantes.

No veo más que la ventana;
y siento a los que pasan a mi lado,
pero sé, que estuve allá,
entre las hojas de la cuarentena reprochada,
y en la boca de la mujer que tanto amé,
mientras llovía.

Y no me dejé morir; yo sé que tuve,
un día que sonreí haciéndolo muchas veces bien
cuando ellos simulaban el silencio; y comentaban,
yo crecía;
y lentamente fuí dejando
el paso canalla con aspavientos de libélula.
-Las desinfecciones finales se acercaron a mí-.

Al pasar entero me sorprendo
y sigo envejeciendo.
Mi boca, que lentamente habló,
desaparece oportuna y definitiva,
en el último latido sucesivo.

De "Recopilaciones", Ediciones Extramuros, Buenos Aires 1983
Foto superior tomada por Carlos Nava.
Sietecolores, el Pibe (de Marcelo Marcolín) en este enlace
Jorge Reboredo en Palabra de Lilith click aquí

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu mensaje es bienvenido en las buhardillas